sábado, 26 de mayo de 2012

Juan 21:20-25

Este evangelio tiene muchas posibilidades de interpretación. Por un lado, sigue al episodio de cuando Pedro tiene que decirle tres veces al Maestro que lo ama, para finalmente admitir que Jesús es Dios y que lo sabe todo. Por otro lado, se cuestiona lo que pasará con Juan después de que Jesús se haya ido. De alguna manera, ambos episodios tienen que ver con la autoridad de Pedro. Jesús le ha encomendado a Pedro el cuidado de las ovejas después de haber borrado sus tres negaciones. Pedro ha de velar por las ovejas de Jesús, y actuar como el mismo Maestro lo ha hecho cuando estuvo sobre la tierra: con amor de Padre y Madre; como el mejor modelo posible, el mismo Dios.

No obstante, a la pregunta de Pedro, de qué pasaría con Juan, Jesús responde: "Si yo quiero que permanezca hasta mi vuelta, ¿a ti que te importa?" (v.22). Lo que significa que en última instancia, Pedro no tiene autoridad para decidir el destino de ninguna de ellas (Comentario bíblico internacional, p. 1368).

En el versículo 23 se habla de un rumor que se ha corrido de que el discípulo amado no moriría hasta que Jesús volviera. La voz narrativa aclara que Él no dijo eso, sino que lo pone como una especie de conjetura. Luego se ve que el narrador habla de que quien ha dicho todo en este evangelio es un testigo presencial de los hechos y las palabras de Jesús. Habla en tercera persona, como siempre lo hace en todo el relato, pero esto puede ser una característica estilística cultural.

Es importante notar que en este evangelio se toma muy en cuenta el hecho de que los rumores vuelan y que tornan las verdades en mentiras o medias verdades. También que parecería que es más importante el discípulo que el Maestro, porque ha adquirido la condición de inmortal. Es decir, con un rumor como este, la gente tiende a dar más importancia a la criatura que al Creador. Muchos cultos falsos comienzan de esta manera. Sucede en muchas ocasiones con actores, cantantes y otros íconos de la cultura popular, que al morir se tejen leyendas sobre su paredero. Este ha sido el caso de Elvis Presley, John F. Kennedy, Marilyn Monroe, Jimi Hendrix, Roberto Clemente, Bruce Lee, Michael Jackson. A pesar de que hemos visto sus funerales, sus cuerpos en la morgue en fotos, hay personas que siguen afirmando que viven en alguna parte y que no salen por mantener su privacidad. Pasó incluso semanas después de que muriera la princesa Diana de Gales. En varios rotativos de Inglaterra aparecieron leyendas de que ella no había muerto, que se había escondido para evitar a los paparazzi.

Seguramente Juan escribe esto para desmentir el rumor. Jesús no dijo que él no moriría, solo que Pedro no debía preocuparse por el destino del discípulo amado. Que no debía sacar de contexto lo que pasaba y que debía seguir con su trabajo de pastor de almas. En este mundo, cualquier cosa nos puede distraer de darle a Dios el culto que se merece. Podemos enfocarnos en cuestiones sin importancia, en rituales vacíos, en venerar y adorar personas en lugar de a Dios, en creer que Dios solo oye a algunas personas y a otras no dependiendo de su "importancia." Aunque muy corto, este evangelio abunda en un aspecto muy concreto del culto a Dios. Pensemos en esto muy profundamente.


 

martes, 22 de marzo de 2011

Isaías 1,10.16-20

La lectura que nos propone hoy la liturgia es esclarecedora de muchos asuntos. Primero, ¿por qué muchas veces tenemos problemas o no sabemos enfrentarlos? En la apertura de este texto, el profeta nos insta a escuchar la palabra de Dios. Escuchar la palabra de Dios no significa sentarse en un banco de la iglesia y creer que estamos en el cine, o en un discurso. He visto personas en el templo que llevan sus cuadernos y toman apuntes mientras el sacerdote habla. De eso se trata. Una vez que hemos oído la palabra, debemos saber qué dice. En primera instancia, qué significaba para aquella gente lo que el profeta dice. Es el contexto. No nos habla principalmente a nosotros en ese momento. Isaías tenía un público. Si nos damos cuenta, en este texto el profeta se dirige a los príncipes de Sodoma y al pueblo de Gomorra. ¿Habrá ahí un mensaje?

Si recordamos, Sodoma y Gomorra fueron los pueblos que destruyó Dios por sus iniquidades. Abraham intentó interceder por ellos, pero Dios le hizo saber que no había allí ni siquiera diez justos para salvar a los pueblos. Dos ángeles fueron a sacar a Lot, sobrino del patriarca, y a su familia. También nos viene a la mente que cuando llegaron los ángeles, los sodomitas le pidieron a Lot que se los diera para divertirse con ellos. Lot, sabiendo que aquellos dos seres eran divinos, les ofreció a sus propias hijas, que eran incluso vírgenes. Aquellos hombres no querían saber de sus hijas, querían a los ángeles. Estos le dijeron a Lot que se olvidara. Al siguiente día, salieron de allí y Dios mandó fuego que destruyó la ciudad. Lot perdió a su esposa, porque esta miró hacia atrás a despecho de que los ángeles le habían advertido que no lo hiciera (Génesis 18-19).

Entonces vemos que Isaías no se dirige a esos pueblos. Estos nombres tienen un valor simbólico: se dirige a los practicantes de la iniquidad. En muchos casos nosotros los cristianos pecamos también por no saber de qué se trata la espiritualidad.
Luego, el profeta nos dice que nos limpiemos, que apartemos nuestros pecados de su vista. Este tiempo de cuaresma se presta para eso: la penitencia. Aunque esto es un tema que debemos practicar diariamente, en esta temporada se acrecienta la necesidad de lavarnos, de limpiar nuestros cuerpos y nuestra mente del residuo del pecado. Pensamos que pecar es robar y matar, como si no existieran otras transgresiones, y por esa razón el profeta nos recuerda algunos asuntos que debemos tomar en cuenta. Veamos qué nos propone:

1) Busquen el derecho. Es la primera observación del profeta. En nuestros países existen leyes para proteger a la gente. No obstante, muchos servidores públicos se olvidan de eso y buscan no el derecho de la gente, sino su propio provecho. Cuando veamos injusticias de este tipo, levantemos nuestras voces, hagamos ruido. Los maestros y maestras deben enseñar a sus estudiantes en qué consiste la justicia, y enseñarlos también a practicarla.

2) Enderecen al oprimido. Esta tiene que ver directamente con la otra. Buscar el derecho es sencillamente ayudar a aquella gente que los gobiernos tratan mal. Son los marginados. Jesús tenía particular amor por estos “pobres de Yaveh.” Se incluyen aquí los enfermos, los deambulantes, los que han sido torturados, los que sufren desastres naturales (hoy día Haití y Japón son dos buenos ejemplos), los perseguidos por buscar la justicia (en Puerto Rico los estudiantes de la universidad, que han sido sometidos a toda clase de abusos por parte del gobierno, y hasta han sido criminalizados por exigir lo que es justo). No se trata de creer que el mundo rueda porque las grandes corporaciones dan vida económica a los pueblos, porque dan empleos y traen comercio. Se trata de ver cuánto daño hacen en el camino por darnos esas migajas.

3) Defender al huérfano y proteger a la viuda. Se trata en este caso de lo mismo. Ayudar al menesteroso, al que ha quedado desprotegido. Las viudas, en el pueblo de Israel, quedaban sin ayuda de nadie. Es por esto que Jesús le encomienda a Juan a su madre desde la cruz. María no tenía ya a José, quien había muerto antes. Es por eso que Jesús en el camino a Jerusalén resucita al hijo de la viuda de Naím. Ella ha quedado sola, y él le toma misericordia. ¿A cuántos de estos nos encontramos en el camino y no ayudamos? Tenemos que tomar ejemplo del Buen Samaritano. Ayudar aunque no recibamos recompensa. Porque fijémonos en lo que nos dice Dios:

4) Nuestras almas estarán limpias (aunque sus pecados sean como la grana, los convertiré en nieve); seremos productivos y no sufriremos de hambre (lo sabroso de la tierra comerán). Todo esto, si sabemos obedecer. En cambio, si desobedecemos las leyes del Señor, ¿qué pasará?

5) La espada los comerá. En los países en los que la corrupción gubernamental es grande, y no se ayuda al menesteroso, florece la criminalidad. Eso lo estamos viendo en diferentes lugares en el mundo. En Puerto Rico hay un asesinato diario por lo menos, a veces más. La crisis económica, que se agrava cada vez que hay un conflicto armado, surte el efecto de disparar el desempleo y la desigualdad social. Los gobiernos despiden a las personas de sus empleos, las sacan de un bienestar para arrojarlas a la ignominia. Mientras tanto, los comerciales bombardean al público con bienes para comprar, con estatus innecesarios; el sistema agobia al pueblo con impuestos que no se usan para nada sino para enriquecer a los políticos. La espada nos come, por supuesto.

Es imperativo volver a la palabra de Dios. Los problemas surgen por eso. Dios es la fuente de la abundancia, y por esa razón debemos orar para que se abran los cielos y venga la justicia. Como reza el Padrenuestro, “venga a nosotros tu Reino.”

jueves, 17 de marzo de 2011

Mateo 7, 7-12

Este es el evangelio que yo considero uno de los más importantes de toda la Escritura. Primeramente, porque trata de la oración. La oración es el recurso más efectivo que existe para todos los problemas que se nos puedan presentar. Asimismo, es el medio que todos deberíamos utilizar diariamente para conectar nuestras vidas con Dios. ¿Por qué muchas veces abandonamos la práctica de la oración? ¿Por qué solamente oramos en muchas ocasiones porque tenemos problemas? La oración es la conversación que podríamos tener con un amigo. En este caso, el mejor amigo que podemos tener: es rico, misericordioso, paciente, inteligente, astuto, espiritual. ¿Habrá mejor relación que esta? Segundo, porque habla de la misericordia de Dios.

Curiosamente, Cristo en este evangelio nos habla de la oración de petición: “Pidan y se les dará.” ¿Qué pedimos en nuestra oración? Yo suelo pedir de todo: inspiración para escribir, para producir música, para resolver problemas, para tener asertividad. Pido incluso bienes que me pueden ayudar a mejorar mi vida y la de otros, luz para ver mis fallas. Últimamente también he estado pidiendo optimismo, porque dadas las circunstancias en las que vivimos, el temor, que es el mayor de los enemigos de la fe, nos ataca. Así pues, pido al Señor que me quite ese miedo, porque sé que Él es la fuente de toda abundancia, de la salud, del bienestar, de la caridad. Tengo que saber que Dios me protege si estoy con Él. Eso no quiere decir que me veré libre de problemas como si Él fuera Súperman y no deja que nada pase. Dios nos ayuda en capear los problemas, en aprender a cómo manejarlos.

La segunda parte habla en cierto modo del amor de Dios. Jesús lo compara con el de nuestros padres y madres, y dice que aunque nosotros somos imperfectos, buscamos cosas buenas para nuestros hijos e hijas. Dios es mucho mejor que nosotros. Por lo tanto, pensar que Dios no nos dará algo solo por capricho, es pensar desacertadamente. Dios no nos daría algo solo porque no nos conviene. ¿Cuántas veces habremos pedido algo y Dios no nos lo ha concedido? Cuando eso pasa, después tenemos una prueba de que lo que nos ha dado es mucho mejor. Hace tiempo le pedí a Dios un trabajo específico, y no me lo dio. Viví angustiado porque pensaba que aquel lugar era más prestigioso, que la gente me vería como inferior si no trabajaba allí. Me llamaron en tres ocasiones para después negarme la posición con las excusas más triviales que hubiera visto. Me di cuenta de que gente con menos preparación y méritos entraba allí sin ningún problema. No obstante, Dios me había puesto en otro lugar. Al cabo de mucho tiempo, me he dado cuenta de que estoy en el lugar que debía estar. Aquí he encontrado paz en mi trabajo. Donde estoy me celebran mis triunfos, he tenido la oportunidad de hacer lo que no hubiera podido lograr en el otro lugar, por las razones que sea. Dios me puso donde debía estar. Su misericordia no tiene fin. Si le pedimos con fe, Él responderá de una u otra manera. Hagámoslo así, y Él se presentará.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Marcos 10:32-45

En este pasaje, Cristo pone en claro lo que es ser servidor de los demás. La primera parte de este evangelio se centra en anunciarnos la pasión y la resurrección del Señor, dos misterios clave de nuestras creencias. Como se advierte, a los discípulos les pasa lo de siempre, andan asustados por la actitud del Maestro. “Este está caminando muy rápido,” nos parece oírles decir. Da la impresión de que Cristo tiene prisa por decirles lo que va a suceder. Quería hacerles saber que tenían que prepararse para lo peor. Los anuncios siempre tienen ese objetivo, decirnos lo que se acerca para que podamos hacer arreglos.

Cristo, además, pone en perspectiva lo que pasará cuando él se vaya. Los Zebedeos se le acercan para pedirle el favor de que los deje estar a su derecha y a su izquierda. Es curioso cómo estas actitudes no son nada nuevas. Estos dos seres querían el privilegio del poder. En otro evangelio, es su madre quien se lo pide a Jesús (Mateo 20:20ss). Creemos que se trata de estar al lado de quien ostenta el poder. Eso nos dará autoridad, prestigio, concesiones. Resulta una actitud muy humana. Juan y Santiago no sabían lo que pedían, no desde el punto de vista divino, por supuesto. Jesús les habla sobre el cáliz que tiene que beber, y el bautismo que sufrirá. Ellos dicen que lo pueden hacer también. Sentarnos con Jesús implica un sacrificio, un estigma. Sobre todo en el mundo de hoy ser cristiano carga el sambenito de que somos seres supersticiosos, anticuados. En algunos países supone incluso ser objetos de persecución y acoso; hasta tortura. Los seres que no creen en Dios o en Jesucristo piensan que los cristianos somos una plaga porque abogamos por la justicia y la equidad. Se nos acusa de comunistas si denunciamos el capitalismo rampante que causa pobreza e injusticia. También se nos acusa de lo mismo si abogamos por el que no tiene. Los gobiernos se aprovechan de la magnanimidad de los cristianos cuando estos se ponen en camino para ayudar a países que han caído en la desgracia, como Haití u otros. No nos ayudan, pero saben que nosotros daremos la mano al hermano caído. Algunos alegan que crear espacios para medicina social es de países dictatoriales, y se alían con los grandes intereses como las farmacéuticas, las megatiendas, los desarrolladores y nos endilgan la doctrina de la empresa privada, la propiedad privada. No es malo que la gente más capaz tenga más, nos dicen. Y uno piensa, ¿qué quiere decir más capaz? Jesús dijo: “Los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz para sus asuntos.”

Los Zebedeos bebieron el cáliz y se bautizaron como Jesús: Juan fue desterrado a la Isla de Patmos mientras que Santiago fue lanzado a su muerte desde lo alto de un edificio. De alguna manera nos toca sufrir lo mismo a los que seguimos a Jesús.

No obstante, la máxima de Jesús es la que debemos seguir. Oigamos los que nos dice: "Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar la vida en rescate por todos."

El servicio a los demás debe ser nuestra prioridad en el mundo. Dios ayuda a quien ayuda alegremente. Por lo tanto, tenemos que estar alertas. Ahora que se acerca la Cuaresma, el sacrificio natural debe ser fijarnos en las necesidades del prójimo y ayudarlo. Dar al que pide, ofercer asilo a quien lo necesita, vestir al desnudo, alimentar al hambriento. No hay que cuestionar por qué está así nuestro hermano. Cuando le preguntaron a Jesús por qué aquel hombre estaba ciego, si porque había pecado él o sus padres, Jesús dijo que por ninguno, que estaba así para que la gloria de Dios se manifestara en él. Hagamos que la gloria y el poder de Dios se vea a través de nosotros por el servicio.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Juan 1:1-16

Este evangelio es uno de los más hermosos que conozco, por muchas razones. Tiene una gran calidad poética, como todo el evangelio de San Juan. También nos introduce en el misterio de la encarnación, al revelarnos la filiación divina de Jesús. Además nos propone entusiastamente cómo nos hacemos hijos de Dios por seguir al Verbo encarnado.

Al hablarnos de la palabra como principio divino, Juan nos está diciendo que Jesús es la forma en que Dios creó al mundo. Nos habla asimismo de cómo debemos entender que la creación se trata en última instancia de ver el mundo de alguna manera y así crearlo. Esto entraña un concepto muy profundo. Siempre se nos ha dicho que los poetas son visionarios, que nos ofrecen percepciones del mundo que rebasan nuesro entendimiento. En este caso, el concepto detrás de decir que Jesús es la palabra implica que nuestras palabras forman nuestro mundo. Por ese motivo nuestras palabras siempre debens er de construcción y no de destrucción. San Pablo amonesta a algunos de sus discípulos y les dice que no utilicen malas palabras para que no ofendan al espíritu de Dios. Lo que esto significa es que cuando nos comunicamos vertemos en el discurso nuestra forma de ver la vida, el orbe. Si nuestras palabras son de pesimismo, de tristeza, de carencia, ése es el mudno que percibiremos. Cuando Dios acaba de hacer algo en la creación siempre el escritor sagrado añade, “y vio Dios que todo era bueno.” En principio, la creación se hace por la palabra: “Por Él todo se hizo y sin Él nada llegó a ser sin Él” (1:3). Así que la calidad de la palabra influye en la calidad de la creación.

El Verbo también acarrea la calidad de la vida, por la luz. La luz se ha encarnado y da vida. Nos separa de las tinieblas. Las tinieblas, en el sentido bíblico, no tienen sólo que ver con la falta de iluminación, sino asimismo con la oscuridad de nuestra alma. Jesús se ha encarnado para que tengamos luz en nuestra vida. Sus palabras y sus hechos son modelos para nuestra existencia. Cada vez que tenemos algun obstáculo en nuestra vida, nos podemos preguntar qué palabras o hechos de Cristo iluminan ese espacio de nuestro devenir, y seguramente encontraremos una avenida de solución para nuestro sendero.

Los suyos no lo recibieron, dice el evangelista. Ese rechazo se da igualmente en nuestro mundo cada día. Hemos entronizado al consumo y la comodidad. Para nosotros, la fe no tiene espacio, la caridad no tiene espacio. Sólo lo que me conviene a mí es parte de mi creencia. No obstante, si lo seguimos, nos da la virtud e de ser Hijos de Dios, en el Espíritu. Veremos su gloria, compartiremos su reino porque somos igualmente herederos. Hay que meditar en este evangelio para saber qué ha implicado que Jesús, el Hijo de Dios haya bajado al mundo para comunicarnos su gloria y su verdad.

jueves, 27 de agosto de 2009

Porque el bebedor y el comilón empobrecerán, y el sueño hará vestir andrajos (Proverbios 23:21).

Esta es otra de las formas en que podemos negarnos a nosotros mismos, dejando de comer y beber en exceso, o mostrarnos diligentes. La gula está considerada como uno de los pecados capitales. A ella se opone la moderación. Comer y beber en exceso no puede sólo considerarse una libertad personal. Cuando nos aplicamos a eso, simplemente estamos dando rienda suelta a una adicción. Al fin y al cabo se convertirá en perjuicio para nuestra salud. No se diga el efecto que esto tiene en el autocontrol. Hoy día mucha gente se abstiene de comer por distintas razones: religión, dieta, salud. Dios ya nos ha dado una forma de hacer que podamos cumplir con nuestro cuerpo a la vez que fortalece nuestro espíritu: el ayuno.

La Iglesia declara unos días para el ayuno: Miércoles de Ceniza y Viernes Santo. Asimismo recomienda la abstinencia de carne para los viernes de cuaresma. Curiosamente, entendemos que esto es un capricho de la jerarquía. No es así, el ayuno nos permite lograr que nuestro cuerpo baje calorías, y aprendemos a esforzarnos para no comer en exceso. Si lo practicáramos semanalmente en lugar de dos veces al año podríamos rebajar de peso y mantener nuestra salud en orden. Claro, a eso tendría que venir en ayuda el comer saludablemente y mantener asimismo un régimen de ejercicio. Comer y beber en exceso es causa de muchas caídas. He conocido personas con problemas tales como alta presión, diabetes y otras condiciones más graves por no saber controlar el apetito ni la boca. Algunas lo reconocen a tiempo y entonces comienzan a rebajar, hacer ejercicio y controlan todas sus condiciones. Otros que beben demasiado caen en el vicio del alcoholismo y luego no solamente sufren ellos, sino que hacen sufrir a los demás: se convierten en maltratantes, desperdician su dinero, tienen aparatosos accidentes de tránsito y se matan ellos o matan a inocentes, y también mueren de enfermedades tales como la cirrosis.

Por otro lado, este texto habla de la misma manera sobre la pereza, otro de los pecados capitales. Ser perezoso implica querer descansar todo el día. Estar sin hacer nada la mayor parte del tiempo, descuidar las obligaciones de tu puesto o de tu casa, vaguear todo el tiempo. Matar el tiempo es una forma de pereza. Ciertamente tenemos que descansar, porque Dios nos dio el ejemplo cuando descansó el séptimo día de la creación. Nuestro cuerpo necesita dormir diariamente, nuestra mente necesita reposar de todo el estrés diario, pero tampoco lo podemos hacer desmesuradamente, sin concierto, durmiendo en cada esquina que encontremos, en la casa, en el trabajo, en las clases. Efecto: falta de producción, producción mediocre, despidos del trabajo. Solución: la diligencia. Hacer lo que tienes que hacer cuando lo tienes que hacer. “No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy,” dijo Benjamín Franklin en su autobiografía. Consejo más práctico no existe en el mundo.

Pensemos hoy que Dios nos ha puesto en nuestro trabajo, en nuestra casa para hacer el máximo. Si nos convertimos en adictos a la comida o a la bebida, o si somos perezosos, la vida se hará sal y agua, nos perderemos lo mejor y nos llevaremos enredado a nuestro prójimo con nosotros.

lunes, 20 de julio de 2009

Prefiero el hombre paciente al héroe; más vale el que se domina a sí mismo que un conquistador de ciudades (Proverbios 16:32)

Siguiendo con la línea de la negación de uno mismo como parte de la espiritualidad, encontramos que una de las grandes virtudes es la paciencia. Nuestra naturaleza pide prisa, para todo. Vemos cómo la gente se desespera en cuanto asunto hay. No somos dados a pensar con calma las cosas.

Y me doy cuenta de que la desesperación, la cualidad opuesta a la paciencia, todo lo descompone. Suelo ser muy impaciente. Y esto me ha costado grandemente. Todavía no aprendo a ser completamente paciente. He tomado decisiones muy desafortunadas por no aprender a esperar. Y creo, como me dijo alguien en alguna ocasión, que madurar es aprender a esperar. Por ser desesperado he tenido pequeños accidentes de tránsito, he hecho el ridículo en algunas situaciones. También he enseñado clases mal diseñadas, todo por no tener la paciencia de hacer las cosas con calma. Santa Teresa decía: "La paciencia todo lo alcanza." Es una verdad como un templo.

¿Qué cosas prácticas puedo hacer para alcanzar paciencia? Hay muchas. La Biblia tiene muchas sugerencias. He aquí algunas, las cuales comento brevemente.

1) "No te enojes fácilmente, el enojo habita en el corazón del insensato" (Eclesiastés 7:9). Tendemos a darles demasiada importancia a asuntos que en realidad no lo merecen. Viajo todos los días una hora ida y una hora vuelta a mi trabajo. Veo a mucha gente sumamente molesta en los embotellamientos de tránsito. Algunas personas infringen la ley con tal de no estar en la fila de carros. He sabido de gente que arrolla pasajeros en el paseo de la carretera sólo por ahorrarse dos o tres minutos. Aunque me molestan mucho los embotellamientos he aprendido una técnica que me funciona siempre: llevo un libro en el asiento contiguo. Cuando el tránsito se detiene, saco el libro y me pongo a leer. En esto se aplica la Ley de Murphy: tan pronto te interesas en el libro, el tráfico fluye. La mente logra que tu entretenimiento no note el que estés parado. No obstante, si estás solo pendiente a cuánto se mueve, tus venas se hincharán y no podrás con el enojo. Aplica esto a otras áreas de tu vida y verás el resultado.

2) "Y los que están en buena tierra son los que reciben la palabra con un corazón noble y generoso, la conservan y producen fruto por ser constantes" (Lucas 8:15). La perseverancia, otra cualidad de la gente paciente. En este caso tenemos que aprender que las cosas no se consiguen de un día para otro. Hay que perseverar en todo. Si quieres dominar algo, debes hacerlo siempre, consistentemente. No puedes esperar que haciéndolo una vez, ya seas un maestro. Siempre recuerdo a un niño amigo mío que quería ser cinta negra en karate en dos semanas. Cuando le dije que se tardaría por lo menos tres años si se empeñaba mucho en hacerlo, se dio por vencido. También leí sobre un muchacho guitarrista que fue con un libro de las canciones de uno de los dioses de la guitarra, Steve Vai, donde un maestro, y quería salir de allí tocando las canciones. Cuando el maestro le dijo que se requería mucha disciplina, aprender las escalas, los modos en la guitarra, se fue apesadumbrado. Es la tentación de la inmediatez. Hoy día la juventud quieres salir de la universidad, y sin tener trabajo pretenden poseer casas de $300 y $400 mil dólares, autos de $65 mil dólares. Todo por creer que la vida se trata de eso. No saben esperar a que todo madure.

3) "El amor no guarda rencor" (I Corintios 13: 5). Llevar registro de las cosas malas que nos pasan, también es parte de no ser pacientes. Creo que esto es una carga inmensa. Si cada vez que nos acordamos de algo malo que alguien nos hizo y nos molestamos, nos quitamos años de encima. Además vivimos infelices, porque cualquier ofensa, por pequeña que sea, la imaginamos como algo espectacularmente inmenso. Una práctica para borrar esta sensación puede hacerse con la escritura. Toma la situación que te molesta, escríbela, y luego dale una vuelta. Conviértela en una situación agradable. Ponte en los pies de la otra persona, y mira el problema desde la otra óptica, a ver si habrías hecho lo mismo. Te ayudará saber que no siempre la gente tiene mala intención y que tú habrías hecho lo mismo.

Por ahora estas prácticas nos enseñan a negarnos esa naturaleza apresurada, desesperada. Poco a poco aprenderemos, con la ayuda de la oración y la meditación, que vivir más rápido no significa siempre vivir mejor.